DIVINIDAD

A través de la historia del hombre pueden encontrarse innumerables evidencias que ponen de manifiesto la creencia en un ser supremo, una deidad venerada que posee cualidades variadas y a corde a las necesidades de cada cultura. Muchas veces se ha dicho que la necesidad de creer es inherente al hombre y precisamente por ese motivo el hombre creó a su Dios, como una proyección ambivalente de superioridad disminuida, de poder, necesidad de control que también ha sido el móvil de luchas entre los pueblos que después de siglos no han sabido encontrar un acuerdo posible en el que quizá sería suficiente la premisa del respeto.
Hablar sobre Dios y el hombre siempre resulta apasionante y siempre acabaremos optando por creer en aquella explicación que más se adapte a la ideología y cultura que hemos aprendido y en la que estamos inmersos; en lo personal me ha llamado especialmente la atención una teoría propuesta por Spinoza en la que explica que Dios no se encuentra en un lugar específico, sino en la naturaleza misma, porque es la vida y por lo tanto también se encuentra en el ser humano, quizá de ahí la necesidad de una divinidad, porque simplemente es inherente. Sin embargo en las religiones del mundo se concibe a Dios como un ser independiente y con cualidades superiores a las de quienes lo veneran, cualidades que por una parte tienen la capacidad de auxiliar al hombre en sus momentos de necesidad, pero que también juegan un rol importante con respecto a la responsabilidad de ese hombre para asumir las consecuencias de sus actos. Quizá por ello esta versión de Dios, a diferencia de la planteada por Spinoza, es más aceptada.