Thursday, May 31, 2007

Aislamiento & Soledad

Seguramente hay un rumbo
posiblemente
y de muchas maneras
personal y único.
Posiblemente haya un rumbo
seguramente y de muchas maneras
el mismo para todos.
Hay un rumbo seguro
y de alguna manera posible
.
Jorge Bucay


El transitar de un ser humano es un camino en soledad que se complementa y a veces contrapone con la tendencia inherente a vivir en sociedad y comunicarse. Un camino que se vive en función de la percepción de la experiencia y se relaciona con el estilo de vida, los rasgos de personalidad, los intereses y las motivaciones de cada sujeto.
Aislamiento y soledad forman parte de los rasgos de personalidad o signos de diversos cuadros clínicos, sin embargo son también actitudes que forman parte de la vida “normal” del ser humano y otras veces, más que el origen de la patología, corresponden al resultado de una de ellas, como en el caso de discapacidades, cirugías, enfermedades crónicas, o la elaboración de un duelo, temas que día a día encontramos en el ambiente hospitalario.
Culturalmente aislamiento y soledad poseen una connotación negativa que sugiere emociones de tristeza y melancolía, pensamientos relacionados con un déficit del autoconcepto y la estima y finalmente con habilidades sociales disminuidas; estos elementos en conjunto propician desajustes en la capacidad de adaptación. Así mismo, puede estar presente la sensación de abandono o pérdida, por lo que cuando la soledad no es una circunstancia que se elige, se experimenta entonces angustia y ansiedad.
De tal modo que se distinguen dos tipos de soledad, una emocional que se refiere a la falta de una relación significativa con otras personas, que culmine en satisfacción, estima, seguridad y por otra parte la que implica pertenencia a un grupo que se mantiene a partir de la convivencia y el intercambio, que entonces llamaremos social. Esta última es quizá la que más se evita, precisamente porque al estar solos es inevitable conectarse con la emoción, los sentimientos y las ideas personales; es decir, estar solo significa estar conmigo; el agrado o incomodidad de esta situación dependen de muchos factores psicológicos como miedo, auto conocimiento, e incluso la forma en que crecemos, refiriéndome particularmente al número de integrantes de la familia y por tanto a la posibilidad real de encontrarme solo, y sin duda a lo que personalmente significa soledad. Lo que nos lleva al tema del aislamiento y es justamente la decisión o la tendencia a estar solos o ajenos a un grupo; en este sentido, también se habla de normalidad versus patología. En el primer caso se encuentra lo que puede considerarse necesidad de estar solo y establecer comunicación interna, reflexionar, meditar o simplemente aislarse del mundo o de algunos estímulos de él, situación probablemente menos común en los humanos, en comparación con la necesidad de estar acompañado aunque simultáneamente puede experimentarse soledad emocional, ya que vivir en sociedad no garantiza el vínculo afectivo y en sentido contrario es posible separarse físicamente sin que este se pierda o rompa. La familia es el primero y más importante de los núcleos donde se establecen las relaciones y vínculos afectivos, de ellos dependen la futura la seguridad y confianza de una persona, formando así pautas de apego seguras, mientras que la inseguridad es consecuencia de la ausencia de apego, que inclusive puede derivar en la incapacidad para establecer relaciones de intimidad emocional, de comportamientos hostiles hacia el resto de la gente; en sentido contrario aparece la aparente facilidad de entablar relaciones superficiales como forma de compensar la carencia de relaciones significativas.
El vínculo afectivo funciona entonces como el indicador para establecer el aislamiento como una constante de la personalidad y por tanto de anormalidad característica de trastornos que de acuerdo al DSM – IVTR se clasifican en: t. psicóticos como esquizofrenia o t. esquizoafectivo; t. de la personalidad, t. del estado de ánimo y t. de ansiedad. De igual manera la estructura débil del lazo afectivo, puede derivar en miedo a la soledad o la pérdida del vínculo, es decir, en inseguridad que se caracteriza bajo el nombre de trastorno de ansiedad por separación. De tal manera que la calidad de las relaciones y de los vínculos establecidos entre ellos permitirán la futura adaptación de la persona que se manifiesta en este caso en la capacidad de equilibrar aislamiento y soledad en contraposición a compañía y convivencia social; siendo ambas facetas propias de la naturaleza humana.

Saturday, May 26, 2007

M E N T I R A

Engañar, embaucar, confundir, traicionar…, cada palabra es sinónimo de un acto deliberado para obtener una ganancia personal. Nicolás Maquiavelo afirma que el “fin justifica los medios” y en efecto, toda mentira guarda en sí misma un fin, que con distintos matices no es otro que evitar la realidad tal como es y en todo caso las consecuencias de ella; por eso, Mentira, quizá también significa autoprotección.
Autoprotección es entonces un fin que en este contexto usa como medio el engaño, el ocultamiento o la manipulación; autoprotección parece una justificación razonable, aunque no por ello desaparece el hecho real: fingir, pretender, hacer pasar algo por otra cosa; lo que deriva en la formulación de una pregunta ¿para qué mentir? y la razón es mentir como único medio posible para ganar, para forzar una situación que de otro modo no ocurriría.
Para qué habla de objetivos, de finalidades como evitar un castigo al negar el hecho, de eliminar consecuencias generalmente desagradables, igual que un niño que afirma no haber roto el florero de mamá; igual que un adolescente quien se acude a un lugar diferente del que solicito permiso, igual que evitar a una persona asegurando estar ocupados, hacer trampa para un examen, o las relaciones de pareja múltiples. Una forma especial de mentira consiste en negar la realidad pretendiendo fingir que las situaciones no han cambiado, sino que son como se quiere que sean, lo que conocemos como autoengaño, donde la autoprotección implica anular, omitir o negar información que deriva en desequilibrio emocional y daño, como la muerte de un ser querido, o la separación de una pareja.
Otro tipo particular de mentira popularmente llamada piadosa, se pretende justificar por el deseo conciente de no hacer daño a otro, sin embargo, la autoprotección se explica por la evitación de una sensación desagradable, originada por la conducta o sentimiento de ese otro, o bien, por la repercusión que conlleva admitir como falso lo que no es más que fantasía, por la repercusión en la imagen personal.
El origen de la mentira, el por qué, es sin duda resultado de aprendizaje cultural, no sólo de los dobles mensajes emitidos por los padres, por ejemplo cuando afirman que es “malo” decir mentiras, hasta que alguien llama al teléfono y le pide al niño negar su presencia, situación que crea en él una sensación de confusión sobre que es lo correcto; por si fuera poco, también se aprende a tener amor de forma condicionada, es decir, si tú no haces o dices, entonces no te quiero, por esta razón el mentir se convierte en un acto conciente, sólo después de haber introyectado normas sociales y haber comprendido que la forma en que nos mostramos influye en la reacción que los otros tienen, por eso se miente y se finge ser quien en realidad no se es, porque la creencia es ser como al otro le gustaría, complacer al otro para entonces obtener los beneficios deseados, evitando a toda costa que el otro pueda incluso imaginar que se posee algo que de ante mano se sabe que no le agrada, de tal modo que se usa la careta más conveniente a la situación y a la persona. El temor a perder el amor o la aceptación de quienes se consideran importantes, puede ser razón suficiente para mentir, así que seguramente ligada a la mentira se encuentra la estima, la seguridad y la confianza personal, de tal modo que cuando aparece el engaño se asocia a una persona que por sí misma se percibe inhábil o con inadecuada capacidad de solución y afrontamiento de conflictos, e insegura; quedando entonces como soluciones el autoconocimiento, la práctica de la asertividad y sin duda, tomar en cuanta una reflexión propuesta por los filósofos existencialistas y concretada por Lou Marinoff: “Debemos obrar correctamente incluso cuando no hay razón aparente para ello, la verdadera valentía e integridad suponen hacerlo en nombre del propio bien; obrar bien no por temor al castigo, o por el ansia de elogios, o porque resulte oportuno, o por no cometer un pecado, sino solamente porque es lo correcto”.
drp.

Monday, May 21, 2007

E m p a t ì a

Cada ser humano ha experimentado alguna vez en su vida un afecto especial hacia otra persona, incluso, en ocasiones sin una razón aparente se siente simpatía, amor o desagrado por ese alguien; no obstante, los sentimiento le brindan a la relación establecida entre ambos cualidades que la diferencian del resto, y que establecen una pauta específica sobre la forma en que se desarrollan las actitudes y conductas de los involucrados; de tal modo que las relaciones varían en función de la calidad e intensidad de los afectos.
Los sentimientos son inherentes al ser humano y corresponden a una capacidad nata que permite la interacción social por la que es posible obtener “beneficios”, de tal manera que ambas: socialización y afectividad son características naturales de todo ser humano; sin embargo, la forma en que cada persona manifiesta sus afectos es variable, siendo posible incluso, intervenir en ellos para modificarlos o controlarlos, aunque esto no significa que la persona deje de percibir o de sentir, sino que, simplemente, la manifestación o expresión del afecto esta asociada a las funciones específicas con que cumple la relación establecida. Por lo anterior se deduce que existen afectos que influyen de manera positiva o negativa en las relaciones interpersonales, propiciando que pueda ser enriquecedora y positiva o por el contrario, tienda a la destructividad y el estancamiento.
La empatía (del griego empatheia: pasión, afecto) corresponde a los factores que fomentan la interrelación positiva y se refiere a la capacidad de comprender y entender a otra persona al colocarse en su marco de referencia psicológico, en donde se incluyen pensamientos, sentimientos y actitudes; en términos coloquiales significa “ponerse en el lugar del otro”, de tal modo que sea posible conocer la situación particular del otro y así, inferir respuestas en condiciones hipotéticas y reales.
Existen investigaciones que refieren que la empatía es una capacidad nata, sin embargo, también es influida por el contexto social primario durante la infancia y la calidad de las relaciones que se establezcan durante esta etapa. De hecho, dos equipos de científicos del instituto Francés de la Salud y la Investigación Médica, encabezados por el neurocientífico Jean Decety, quienes es su estudio sobre la interacción social, buscaban las raíces de la empatía, la participación afectiva y por lo común, emotiva de un sujeto en una realidad ajena han encontrado las regiones del cerebro que apoyan el aprendizaje por imitación, identificando una red de regiones cerebrales que periten que una persona se distinga a sí misma de otras, la interacción social y en particular de los mecanismos de empatía. Para la investigación se realizaba en el paciente tomografía por emisión de positrones en la exploración de los mecanismos neurales de imitación, con la medición de incrementos sanguíneos en el cerebro, registrándose mayor actividad en las zonas del lóbulo temporal superior y actividad diferencial en los dos hemisferios dentro de la corteza parietal inferior derecha cuando ocurre la imitación de una conducta. De igual manera existen diferencias entre la actividad cerebral presentada hombres con respecto a las mujeres, destacando particularmente la asimetría hemisférica en el plano temporal de los varones, correspondiente a la corteza auditiva de asociación; por lo que los científicos consideran que la corteza parietal inferior juega un papel clave en la atribución personal o ajena de las acciones, tomando en consideración que es a partir de la imitación que una persona puede sentir lo que otra siente, capacidad que ellos consideran sinónimo de la empatía. Tales experimentos explican el por qué un niño consuela a su madre cuando llora, la comunicación no verbal a partir de miradas y sonrisas, el contagio de un bostezo, o el apoyo brindado a una persona que enfrenta un conflicto.
Aunado a las características natas de la empatía, existe la posibilidad de perfeccionamiento y de que esta capacidad sea utilizada como una técnica con fines específicos, principalmente en el ambiente clínico con la intensión de mejorar la calidad y calidez del proceso terapéutico, particularmente en lo que se refiere a la relación establecida entre paciente y médico, psicólogo o terapeuta, donde cada uno de nosotros podemos intervenir de manera directa y premeditada a partir del uso de “actitudes espejo”, como lo es el adoptar posturas y vocabulario similar al del paciente, todo ello con el propósito de propiciar que se sienta comprendido y se genere un ambiente de calidez, confianza y cooperación que finalmente repercuta en los resultados del tratamiento.
Es importante mencionar que la comprensión de la situación experimentada por “el otro” no necesariamente requiere e implica la vivencia personal, es decir que para comprender la tristeza, frustración o dolor experimentado por un paciente o una persona en general, “yo” no debo haber vivido o vivir en un futuro una situación similar; basta con conocer la situación particular de la otra persona para poder entenderla tal y como él la vive y así comprender lo que para esta persona significa, lo que siente o piensa, e incluso la conducta y actitud futura a partir del cómo repercute lo ocurrido en el resto de su vida, teniendo en cuenta que la percepción y la historia de vida personal influye en la forma en que reaccionamos, siendo entonces una experiencia totalmente subjetiva.
Sin duda, es importante valorar la capacidad para actuar de manera empática no sólo en el contexto hospitalario, sino en cada una de las interacciones sociales, sean estas en el ambiente laboral, familiar o de pareja, con el propósito de modificar positivamente la calidad de ellas, ya que si bien es cierto que los afectos repercuten tanto en la forma, como en la selección de las personas con que nos relacionamos, de manera inversa, el tipo de relación establecida, también influye en el estado de ánimo de los involucrados en ella.

Referencias bibliográficas:
Sinopsis de Psiquiatría, Kaplan Harold, Editorial médica Panamericana, 8ª Edición, Madrid España, 2001, pp. 1025t.
dePuebla.com_tecnología.htm

By D.

Saturday, May 12, 2007

Dime
Me gusta creer que el universo conspira,
me gusta creer que aun estas conmigo
y me gusta reír por la gracia de encontrarte en mi camino,
apenas un instante después de pensar en ti.
Dime entonces si no es fácil creer que existen los milagros.
Dime entonces si no es fácil volver a soñar,
si después de tantas lunas fue mío el aroma de tu piel
y volví a sentir que no había otro mundo más allá de tus brazos,
más allá de la mirada que tanto extrañé.
Un instante es apenas un instante,
no alcanza para aprender a amar, ni saber olvidar,
pero veo a mí alrededor y descubro tu mirada,
tomo tu mano y juntos jugamos a querer amar,
a ser para el otro el escenario donde puede existir.
Dime tú, para qué sirve entonces un sólo instante…
Es imposible retener el tiempo,
pero ya no importa si al volver la mirada todo ha quedado atrás,
o si en un solo instante también volvemos a decir adiós,
porque más allá de todo, me gusta ese instante
cuando dos mundos pueden coincidir.


By D.