¿Ganar o perder?
Siempre que ganamos... perdemos, pero también siempre que perdemos ganamos. Vaya que si es una gran contradicción, pero mucho hay de cierto en estos enunciados, porque a lo largo de nuestra vida nos encontramos ante la evolución y el cambio personal de Todo lo que nos rodea; sin embargo, en ese mismo mundo construido a partir de lazos afectivos puede resultarnos doloroso el decir adiós a algo o a alguien, aun sin importar las circunstancias y los motivos en que esta separación ocurra. Para bien y para mal, ganamos y perdemos, perdemos y ganamos.
Invariablemente, cuando se trata de perder, sea lo que sea, la ausencia es acompañada por de dolor y sentimientos como incredulidad, coraje, culpa, tristeza, desolación, así como la idea de que es imposible continuar viviendo sin aquello que ya no está, pero lo cierto es que lo aceptemos o no, nos guste o no, la realidad es: Sí, "nuestro mundo" cambio a partir de esa pérdida. Por tanto es necesario realizar una serie de ajustes, tanto a nivel físico, es decir, quizá modificar las actividades, asumir nuevas responsabilidades o roles, adaptarse a nuevos espacios, etc. etc. etc., como a nivel emocional, para esto es importante ocuparnos y permitirnos vivir el duelo que le corresponde a nuestra pérdida, porque sin aceptar, ajustar y superar la pérdida para poder dejar atrás lo que se fue. Cuando una pérdida ocurre voluntariamente o como una forma de superación, el proceso que se vive para aprender a decir adiós es aparentemente "menos doloroso", en comparación al que se experimenta cuando se trata de una situación inesperada o no deseada, aunque no quiere decir que no se presenta. Sin embargo, en la situación no deseada se evita dejar atrás, porque el hacerlo puede incluso significar para la persona un acto de traición, de egoísmo, de olvido, porque es continuar viviendo aun sin lo que se fue y a pesar del lazo que existió. La clave esta precisamente en aprender que dejar atrás, no quiere decir que nunca existió un tiempo y un espacio en común, claro que una vez fue, pero ya no más... Cuando nos aferramos a algo por estas ideas erróneas, es posible que se presente un círculo inteminable en el que se reviven una y otra vez los sentimientos de dolor, se re - sienten, para simular que la vida no ha cambiado y que el objeto perdido sigue junto a nosotros para así evitar el doloroso paso de decir adiós. Probablemente la conducta del no - adiós esta reforzada por el miedo y la incertidumbre que genera el cambio, porque una pérdida será siempre eso, experimentar algo nuevo, diferente, algo para lo que no nos sentimos con los recursos necesarios para poder enfrentarlo; es precisamente por esta razón por la que una perdida es potencialmente una ganancia, ya que a nivel práctico se tiene la oportunidad de reconocer y desarrollar habilidades que sirvan no sólo para afrontar la pérdida, sino también para mejorar el estilo de vida de manera general; más aun, un replanteamiento en el sentido de vida, actitudes, capacidades y formas de vida, porque siempre hay que tener presente que toda nuestra vida es una larga cadena de pérdidas encarnadas en personas, lugares, salud, objetos y tiempo a los que en algún momento, llega el momento de decir adiós, queramos o no, estemos preparados o no...